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domingo, 11 de enero de 2009

Cómo te extraño !!!!!!

Me acompañaste durante la mayor parte de mi vida, desde la adolescencia hasta hace casi nada.

Jamás me fallaste, siempre me diste lo que esperaba que me dieras, sin regatear nada.

No tuve mucha suerte con mis amistades. Quizás haya sido muy exigente, pero ya lo dije: yo me entrego al 100%, y pretendo recibir lo mismo.

Tuve pocos amigos y fueron desapareciendo. Lamentablemente me fui dando cuenta de que algunos desaparecían cuando se acababa algún aspecto de la vida que nos vinculaba y en el que, viéndolo después, en frío, el oso resultaba ser el que daba una mano. Así pasó en la escuela secundaria, aquellos compañeros siempre atentos desaparecieron apenas pasamos los últimos exámenes; y a pesar de encontrármelos en la calle... nada. Incluso invité a alguno a mi casamiento y ni siquiera dio señales de vida.

En las relaciones laborales, más de lo mismo: compañeros de trabajo que eran amigotes... mientras pudieran pedirme que les saque las castañas del fuego. Cuando ya no podía serles útil dejaban de llamar, e incluso hasta de responder el saludo en un cruce casual.

En la universidad más de lo mismo. El oso (o ya "la bestia" en esa época) era el que ayudaba a preparar materias, e incluso ayudaba en algunos exámenes parciales. Éramos amigos del alma... hasta que dejábamos de cursar las mismas asignaturas, entonces "si te he visto no me acuerdo".

Con alguno llegamos incluso a generar un vínculo laboral, donde yo colaboraba como externo con el estudio contable donde él trabajaba. La amistad siguió. La bestia siempre estaba a mano para preguntarle cómo resolver algún problema contable o financiero raro. Siempre disponible para hacerse cargo de los marrones que no sabían cómo resolver.

Más adelante, cuando las PC llegaron a nuestras vidas, la bestia era el consultor preferido, el que siempre estaba ahí para explicar cómo usar algún programa o solucionar los daños colaterales de algún error, o cómo automatizar alguna tarea con las milagrosas macros del arcaico Lotus de MSDOS. Ni hablar cuando llegó windows, ahí las consultas aumentaron.

Hasta que me cansé (tardé un total de más de 20 años, así que creo haber tenido paciencia) y dejé de contestar preguntas.

Osé usar unas frases inéditas hasta ese momento "no sé" o "no puedo" o "ufff, si supieras los líos que tengo, no tengo de dónde sacar tiempo para eso".

Por supuesto, se cortó el vínculo.

Y se repitió el análisis del principio: no recordaba haber recibido una visita o un llamado que fuera para aprovechar la oportunidad para preguntar o pedir algo, o simplemente contar un problema.

Y las llamadas seguían siempre igual el mismo guión: "hola" "ché, tengo un problema, sabés qué...", "bueno, chau". Eran contadísimas las oportunidades en que se les escapaba una pregunta del tipo "y vós ¿qué tal?".

Qué casualidad, a todo el mundo (alguna familia incluida) únicamente se le ocurría llamarme justo en el momento en que tenían algún problema. Y por supuesto, durante la llamada, tras el "hola, qué tal" y sin esperar respuesta llegaba el "sabés que tengo un problema con la PC ....", aunque hubiesen pasado meses desde el último contacto.

Así fue que fui cortando vínculos. Algunos se cortaban solos cuando ya no coincidía con ellos y en otros casos cuanto respondía un par de veces con alguna de aquellas frases que mencionaba antes. Y hubo muchos que desaparecieron cuando se acabó la época en que en casa del oso siempre podía organizarse una asado, por supuesto que con aporte por el oso de insumos y mano de obra.

Pero vos nunca me fallaste. Yo sabía lo que podía esperar recibir. Y también tenía claro cuál era el precio, nunca lo cambiaste. Y así funcionó durante muchos años.

Y hoy, que ando depre y abatido, y las noches se hacen larguísimas por el insomnio, no tengo a ese amigo al que yo abandoné premeditadamente.

Y te abandoné sin que me hubieses fallado como los demás. Te abandoné porque no quise mantener ese vínculo equilibrado: vos me dás <==> yo te doy, que había aceptado desde un principio.

Si, ya hace algo más de cinco años te saqué de mi vida y hoy te echo de menos como compañía en esas trasnoches largas.

La pucha, cómo te extraño pucho.

Te lo confieso, mi salud agradecida, pero yo sí que te extraño.