Crecí en un vecindario muy duro. Ponía mi mano en la pared y sentía otra mano.
Está claro que mis padres me odiaban. Mis juguetes para el baño eran una tostadora y una radio.
Bebo demasiado. La última vez que tuve que dar una muestra de orina, tenía una aceituna.
Tengo unos hijos guapos. Gracias a Dios que mi mujer me engaña.
No he hablado mi mujer en años: no quiero interrumpirla.
Una chica me llamó el otro día y me dijo “Ven, no hay nadie en casa”. Fui. No había nadie en casa.
Me encontré con las autoridades sanitarias: me ofrecieron un cigarrillo.
Recuerdo cuando me secuestraron y le mandaron un trozo de mi dedo a mi padre. Él dijo que quería más pruebas.
Anoche salvé a una chica de ser atacada. Me controlé.
Le dije a mi dentista que mis dientes están amarilleando, y me aconsejó una corbata marrón.
Era tan feo que mi madre me alimentaba con un tirachinas.
Trabajé en una tienda de animales: la gente solía preguntar cómo de grande iba a hacerme.
Si no fuese por los carteristas, no tendría vida sexual en absoluto.
Es duro estar casado. Mi mujer besa al perro en la boca, pero aún así se niega a beber de mi vaso.
Mi padre llevaba en la cartera la foto del chico que venía en la cartera al comprarla.
Mi matrimonio está en un buen momento: mi mujer lo ha dejado con su novio.
Mi madre no me daba el pecho: decía que sólo me quería como amigo.
Mi psiquiatra me dijo que estaba loco y le dije que iba a pedir una segunda opinión. Me dijo “vale: también es usted feo”.
El otro día al abrir la puerta me encontré a mi mujer en un picardías. Desafortunadamente, ella era quien estaba volviendo a casa.
Dormimos en habitaciones separadas, cenamos separados, tomamos las vacaciones por separado. Estamos haciendo todo lo que podemos por mantener nuestro matrimonio unido.
Cuando era pequeño y jugaba en la arena, el gato no paraba de intentar taparme.
Cuando era pequeño mis padres se mudaban mucho, pero siempre les acababa encontrando.
Cuando nací era tan feo que el médico abofeteó a mi madre.
Mi psiquatra dijo que mi mujer y yo deberíamos tener sexo cada noche. Ahora casi nunca nos vemos.
Menuda infancia tuve: cuando di mi primer paso mi padre me puso la zancadilla.
Mi perro no me respeta. Se queda ladrando en la puerta. No quiere salir: quiere que me vaya.
Mi mujer y yo estuvimos felices durante veinte años. Luego nos conocimos.
Cuando nací, el médico fue a la sala de espera y le dijo a mi padre: “Lo siento. Hemos hecho lo que hemos podido, pero se ha abierto camino”.
Mi padre era imbécil. Trabajaba en un banco y le cogieron robando bolis.
Una vez me perdí. Vi a un policía y le pedí que me ayudase a encontrar a mis padres. Le dije “¿Cree que les vamos a encontrar?”. Él dijo “No lo sé, chaval. Hay demasiados sitios donde podrían esconderse”.
Soy muy mal amante. Una vez descubrí a un mirón porque empezó a abuchearme.
Mi mujer no es muy lista. El otro día ella estaba en la tienda, y mientras se dirigía al coche, ¡alguien lo robó!. Le dije “¿Viste al ladrón?”. Ella me dijo “No, pero pude coger la matrícula”.
Una vez una prostituta me dijo que le dolía la cabeza.
A mi mujer le encanta hablar conmigo durante el sexo. El otro día me llamó desde un hotel.
De pequeño era muy pobre. Si no hubiese sido un chico, no hubiese tenido nada con lo que jugar.
Mi dentista tiene muy mal aliento. Cuando fuma, echa aros de cebolla.
Nadie me respeta: cuando era un niño y jugaba al escondite, nadie me buscaba.
Cuando mi mujer se examinó del carné de conducir, se puso muy contenta. Sacó 18 de 20. Dos tipos pudieron esquivarla.
Os lo aseguro: mi mujer no sabe cocinar. En mi casa rezamos DESPUÉS de comer.
Fui al médico el otro día y me dijo “Tengo malas noticias y buenas noticias. La buena noticia es que ¡van a ponerle tu nombre a una enfermedad!”
Mi mujer y yo ya no practicamos sexo: nos desnudamos y ya no podemos parar de reirnos.
Vaya perra que tengo. Anoche se meó cuatro veces en el periódico. Tres de ellas mientras lo estaba leyendo.
Vaya perra que tengo. Intenté cruzarla. Quiere cincuenta galletas a cambio.
Fijáos lo malo que era el hotel, que me robaron la toalla.
Es duro estar casado. Mi mujer me dice que no porque está cansada, y entonces se reclina y se pone a leer un libro.
Mi mujer es tan gorda que cuando se tumba en la playa la gente siente lástima e intenta hacerla rodar hasta el mar.
Es tan gorda que su bañador tiene estrías.
Un día le pedí al taxista que me llevase a donde pudiese encontrar un poco de acción. Me llevó a mi casa.
Mi mujer cocina fatal. Tengo el único perro que pide alka-seltzer.
Menudos hijos tengo. Pegan gusanos con esparadrapo a los bordillos para ver herniarse a los pájaros.
Vengo de un barrio muy malo. Cada vez que cierro la ventana le pillo los dedos a alguien.
Intenté robar, pero se me daba fatal. En un avión mientras volábamos le robé la cartera a un tipo y eché a correr.
Estoy en una edad en la que quiero dos chicas. Así, si me duermo, tienen alguien con quien hablar.
Mi mujer no es muy lista tampoco. Le dije que los niños se estaban echando a perder, y me dijo “todos los niños huelen así”.
Vengo de un barrio muy malo: me compré una cama de agua y había un cadaver en el fondo.
Descubrí que sólo hay una manera de parecer delgado: salir con gordos.
Con las chicas no doy una. Tenía una cita con una chica que tenía espejos por todo el dormitorio. Me dijo que fuese a su casa y llevase una botella. Llevé una de cristasol.
Me lo pasé genial la semana pasada. Hice un show; todos los espectadores eran enanos. Al final se pusieron de pie para aplaudirme. ¡Ni siquiera me di cuenta!
Tenía mucho acné de jóven. Una vez me quedé dormido en la biblioteca y cuando me desperté, un ciego me estaba leyendo la cara.
Vengo de un barrio muy malo. En la biblioteca hay un cartel en el que pone “Cierra la puta boca”.
Vengo de un barrio muy malo. En mi barrio los niños roban tapacubos, pero de los coches en marcha.
La semana pasada se me prendió fuego la corbata. Alguien intentó apagarla a hachazos.
Me subí a una azotea para suicidarme. Enviaron a un sacerdote para que me disuadiese. Cuando llegó a la azotea me dijo “En sus marcas…”
Me da pena la gente bajita. Cuando llueve son los últimos en enterarse.
Cuando iba al colegio, me dijo la profesora que explicase a mis compañeros la fuerza de la gravedad. Así que la cogí, y la tiré por la ventana.
En el barrio de Villa Urquiza por 1930
Hace 5 semanas